¿Por qué debemos reconocer la fatiga? Fundamentalmente,
por sus importantes repercusiones personales, económicas
y materiales. La fatiga causa errores en cualquier
actividad humana, desde conducir automóviles hasta
jugar un partido de tenis. En el trabajo puede afectar
negativamente a las capacidades físicas y mentales
(análisis de datos, toma de decisiones, concentración…).
Convierte al mejor profesional en
un trabajador inexperto que comete errores
que, en principio, parecen inexplicables, sin
que éste sea consciente de que su eficiencia
es menor. Por eso, la fatiga es el paso
previo a muchos accidentes laborales.
Podemos definir “fatiga” como un estado
de la persona relacionado con la
duración de la tarea, producido generalmente
por la actividad física y que
afecta con diferente intensidad al rendimiento
en el trabajo. Generalmente
provoca una alteración en la ejecución
de la tarea, cuantitativa y cualitativamente,
por disminución de la
energía y de la capacidad de concentración.
Así, los primeros síntomas de aparición
de fatiga son ralentización del
trabajo, postergación de las tareas
más críticas e inseguridad en la ejecución
(se recurre a más comprobaciones o
se utilizan más apoyos externos).
Otra definición técnica de la fatiga es la de Barbany
(1990): "Un estado funcional de significación protectora,
transitorio y reversible (…), a través del cual se impone de
manera ineludible la necesidad de cesar o, cuando menos, reducir
la magnitud del esfuerzo o la potencia del trabajo que se está efectuando".
Es decir, que la sensación de fatiga es un indicador de la necesidad de detener el
esfuerzo y, por tanto, un importante mecanismo de recuperación del organismo. Si
este sistema de alarma es ignorado, pone a la persona en situación de riesgo.
Esta es la explicación que, por ejemplo, se
encuentra detrás de los llamados lapsus.
Ocurren a aquellas personas que realizan
trabajos que requieren toda su atención y
vigilancia durante prolongados períodos
de tiempo. Los lapsus o bloqueos actúan
como mecanismos automáticos de regulación
del organismo frente a la fatiga y
su frecuencia y duración aumentan conforme
se prolonga en el tiempo la tarea.
Estos lapsus pueden generar desde una
simple disminución del rendimiento en el
trabajo hasta fallos graves.
Y se ha comprobado que, pese a ser un
mecanismo de defensa, no logran un verdadero
descanso ni recuperación del
organismo.
Existe una relación inversa entre la sensación
de fatiga y la motivación en el trabajo,
es decir, que un trabajador poco
motivado sentirá antes los síntomas de
fatiga que otro con alta motivación. La
explicación reside en las energías que
cada uno de ellos está dispuesto a destinar
a la tarea. Esto puede llegar a provocar,
en casos de muy alta motivación, que
se sobrepase el umbral del agotamiento.
Tipos de fatiga
La Psicosociología de la Prevención (disciplina
que se ocupa de la prevención de
los accidentes de trabajo mediante técnicas
de intervención basadas en la psicología
y la sociología) se ocupa de la fatiga
humana ocasionada por el trabajo y
elabora técnicas para su erradicación,
reducción y/o control.
Lo primero es reconocer los diferentes
tipos de fatiga que existen. Según su origen,
sistemas y órganos a los que afecta,
se habla principalmente de fatiga muscular,
fatiga sensorial (visual, auditiva,
etcétera), fatiga psíquica y fatiga mental.
Fatiga muscular: Sucede cuando la
tarea requiere la estimulación constante
de un músculo o un grupo muscular. La
contracción progresivamente se debilita
y, en casos extremos, se niega a responder. Se relaciona con la merma de oxígeno
y los efectos tóxicos del ácido láctico
y del bióxido de carbono, que se acumulan
durante el ejercicio.
Fatiga sensorial: Resultado del esfuerzo
de los sentidos (vista y/o oído, principalmente)
por estar directamente relacionados
con la tarea o por componentes del
ambiente de trabajo. Se origina por una
excesiva excitación del sistema nervioso.
El ruido es el mayor causante de fatiga
sensorial, junto a la inadecuación de la
luminosidad y el colorido.
Fatiga mental: Una alteración temporal
de la eficiencia funcional mental, resultado
de un exceso de tensiones y sobreesfuerzo
del intelecto en el desarrollo de
una tarea. Causa alteraciones neuro-psicológicas,
disminución de la concentración,
de la atención, de la capacidad de
procesamiento y síntesis de la información,
toma de decisiones... Se manifiesta,
generalmente, por una progresiva pérdida
de la capacidad de respuesta y cambio
en la naturaleza y frecuencia de errores.
Cursa con insomnio y/o irritabilidad, y se
la relaciona directamente con alteraciones
cardiovasculares palpitaciones,
hipertensión etc.
La sensación de monotonía, la hipovigilancia
y la saturación mental son estados
similares a la fatiga mental causados
generalmente por el desempeño de tareas
o actividades muy largas, uniformes o
repetitivas.
– La sensación de monotonía aparece
en el desarrollo de tareas largas y
repetitivas, y causa somnolencia, disminución
del rendimiento e inestabilidad
de la frecuencia cardiaca.
– La hipovigilancia es el equivalente a la
sensación de monotonía cuando se
deriva de la realización de tareas de
vigilancia. Como su nombre indica, se
refiere a la disminución del rendimiento
en estas tareas como consecuencia
de un prolongado esfuerzo de atención
y alerta, especialmente en actividades
de detección y control poco variadas.
– La saturación mental se puede presentar
en tareas o situaciones de trabajo
repetitivas. El trabajador se autopercibe
como estancado y considera
que su esfuerzo no conduce a nada.
Provoca ansiedad nerviosa, fuerte
rechazo emocional del trabajo y otros
síntomas adicionales como cólera,
menor rendimiento y/o sentimientos
de fatiga, y ganas de abandonar.
Fatiga psíquica: Se genera en trabajos
que exigen mucha responsabilidad y
rapidez en la toma de decisiones. Se
manifiesta en alteraciones de los estados
de ánimo y, a la larga, en daños psicopatológicos.
Fatiga normal y patológica
Cuando se estudian problemas de fatiga
mental o psíquica se persigue un doble
objetivo: distinguir la fatiga normal de la
patológica y corregir sus causas. Es lógico
sentirse cansado de manera ocasional
tras una larga e intensa jornada de trabajo
o por un inadecuado descanso nocturno.
Se considerará fatiga normal si se
produce dentro de unos márgenes y en
ciertas circunstancias, y si desaparece
mediante el descanso habitual.
Cuando la fatiga no desaparece con el
descanso normal, puede ser un síntoma
de alguna patología física o indicar alguna
disfunción, y debería ser objeto de
consulta con un especialista.
La fatiga mental también puede surgir
como expresión de la necesidad de modificar
una situación laboral que no está
adaptada a la persona que desempeña el
trabajo. Si esto no se corrige, ese trabajador
sentirá fatiga desde el comienzo de la
jornada aunque haya descansado correctamente,
o la sentirá después de la realización
de actividades que en otras ocasiones
no la producían. Con el tiempo,
aparecerá la fatiga patológica (la conocida
como fatiga crónica es uno de sus
tipos).
En estos casos habrá que realizar
un análisis mucho más profundo.
El absentismo laboral de corta duración
se relaciona frecuentemente con la fatiga
mental o psíquica, ya que, sin tener
una patología física identificada, la persona
siente cansancio, dolores erráticos
de tipo músculo-esquelético, dolores de
cabeza, molestias digestivas, etc. Estas
ausencias, que duran desde unas horas a
pocos días, pueden servir como recuperación,
pero volverán a repetirse si no se
corrige la situación que provoca la aparición
de la fatiga.
La carga de trabajo mental
En términos de prevención, los tipos de
fatiga no físicos se relacionan con el concepto
de carga de trabajo mental. Se
denomina así a la relación entre las exigencias intelectuales de un puesto de
trabajo y los recursos personales de que
dispone un trabajador para afrontarlas.
Las exigencias intelectuales están relacionadas
con la intensidad y duración del
esfuerzo mental (horarios, pausas, turnos…),
el tratamiento de la información
(necesidad de procesar informaciones
incompletas, toma de decisiones de
mayor o menor rango...), las responsabilidades
(competitividad, mantenimiento
del trabajo, ventas, seguridad de otras
personas) y el contenido del puesto de
trabajo (planificación, control, evaluación,
dirección…).
A parte de las exigencias propias de la
tarea, la presión sobre el trabajador puede
llegar desde el entorno físico (por la iluminación,
condiciones de calor y humedad,
ruidos…) o desde la organización
(por la estructura de control y comunicación,
ambiente, cohesión, conflictos…). La
tercera vía de presión llegaría desde fuera
de la organización (relaciones con clientes,
competencia, legislación…).
Los recursos personales con los que un
trabajador se enfrenta a estas exigencias
son capacidades variables en cada persona,
momento o circunstancias. Entre ellos,
podemos citar la capacidad de aprendizaje,
el autocontrol emocional, la motivación,
las habilidades psicomotoras, la
experiencia, la salud, la formación…
Cómo prevenir la fatiga
La prevención de la fatiga debe empezar
por el diseño de las condiciones de trabajo
y la definición de los puestos, algo que
deben afrontar las organizaciones.
1. El diseño de las condiciones de trabajo
debe conseguir la mejor adaptación
posible a las características de las personas
que lo desarrollan. Hay que
empezar por un estudio de las condiciones
ambientales, las necesidades de
equipamiento o las posibilidades de distribución
del tiempo de trabajo (jornadas
y horarios). A partir de sus conclusiones,
podrán tomarse medidas que
vayan desde la eliminación de ruidos o
la adquisición y correcta ubicación de
mobiliario adecuado, hasta la mejora
de los útiles de trabajo o la optimización
de los sistemas de tratamiento de
la información, pasando por la eliminación
de jornadas muy largas, flexibilización
de horarios, posibilidad de realizar
pausas disponiendo de un lugar adecuado
para ello, entre otros.
2. La definición del puesto de trabajo
trata de dotarlo de tareas variadas y con
significado para quien las realiza. Por
ejemplo, se pueden acotar metas de trabajo
parciales (objetivos específicos),
vigilando siempre que los plazos no sean
demasiado justos. Estas metas crean la
sensación de que se terminan cosas,
actúan como incentivo y marcan pausas
naturales entre metas. Otras medidas
positivas son procurar autonomía y, por
supuesto, eliminar cualquier forma de
presión psicológica en el trabajo.
Las necesarias pausas
El mejor consejo para prevenir la fatiga
en los trabajadores es la distribución del
tiempo de trabajo de modo que incluya la
realización de pausas, entendidas como
verdadera desconexión durante unos
minutos de los asuntos laborales, incluso
con un cambio de entorno físico.
Si es viable, las pausas deben hacerse
espontáneamente cuando el trabajador
sienta su necesidad, pero en muchas ocasiones
esto resulta imposible por cuestiones
personales, técnicas u organizativas.
Es entonces cuando habrá que considerar
un sistema de regulación de los descansos.
La cantidad, tiempo y frecuencia de
las pausas durante la jornada dependerá
de las condiciones y requerimientos del
trabajo, pero no deberían obviarse las
diferencias y preferencias de los distintos
empleados (lo que para una persona
puede ser una molesta obligación de interrumpir
la tarea, para otra resultará una
excelente pauta de trabajo/descanso).
La resistencia individual a la fatiga
Cada persona tiene una resistencia distinta
a la fatiga que se ve determinada
por su condición física (salud, edad…) y
por sus hábitos. La alimentación, el descanso
y el ejercicio no sólo son claves
para una buena salud, sino que marcan la
capacidad de resistencia a la fatiga.
Alimentación. No debe menospreciarse
su influencia sobre la resistencia a la
fatiga. Una dieta desequilibrada puede
provocar falta de energía, que hará que
se reaccione más despacio y dará sensación
de desfallecimiento y cansancio.
También la ingesta irregular en horarios
influye en la fatiga al provocar, entre
otros, problemas de digestión o de alteraciones
del sueño
Descanso. Se acepta que un adulto necesita
dormir unas ocho horas, que deben
ser seguidas y, preferentemente, de noche.
Pero cada persona tiene unas necesidades
y hábitos de sueño, que forman su patrón
de descanso. Cuando este se ve alterado,
el sueño se vuelve menos reparador, como
ocurre con los sistemas de turnos, que
incluyen noches o alternan jornadas diurnas
y nocturnas. Un descanso deficiente
causa somnolencia y fatiga mental (problemas
de concentración, irritabilidad,
etc.). La falta moderada de sueño afecta a
la capacidad de coordinación. Algunas
medidas que ayudan a reestablecer una
buena higiene de descanso son prescindir
de las bebidas excitantes, no tomar bebidas
alcohólicas, hacer ejercicio suave y
respetar un horario.
Ejercicio físico. La fatiga repercute de
manera global sobre todo el organismo.
Del mismo modo, el ejercicio físico
puede mejorar tanto la capacidad de
resistencia física como emocional, y está
especialmente indicado para trabajadores
sedentarios. Hacer ejercicio moderado,
además de aportar beneficios físicos,
descarga de tensiones emocionales y
optimiza el descanso.
Ingeniero en Higiene y Seguridad Laboral: Pablo Torres
27 /07/2016